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Sin embargo, recientemente se ha descubierto que aplicado a ratones, estos pierden su miedo natural hacia los gatos.
Según la Universidad de California Berkeley, cuando un ratón es infectado por un parásito, generalmente por comer heces de gato, sufre daños en su cerebro de forma que no reacciona con miedo ante las zonas contaminadas con orina de gato. Estos daños cerebrales parecen ser permanentes, por lo que nunca más vuelven a tener miedo de acercarse a un felino.
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Noticia original
Guillermo Sánchez Román 1ºF